Mini-me: intestino en miniatura
Crédito de la imagen: Hellen Daghero, integrante de la Unidad de Biología Celular del Institut Pasteur de Montevideo.
Para entender cómo funciona o se forma un tejido o cómo se genera un proceso que conduce a una enfermedad, la ciencia ha utilizado diferentes modelos de experimentación. El uso de animales de laboratorio es quizás la opción más conocida, pero han surgido alternativas que intentan minimizar el uso de organismos vivos.
En las últimas décadas, la ciencia logró crear "órganos de laboratorio", también llamados organoides o mini-órganos. Se trata de estructuras vivas que se construyen a partir de una sola célula (célula madre) que se multiplica en un recipiente de laboratorio hasta dar lugar a tejidos con la forma y funciones de un órgano vivo. Intestinos, corazón, cerebro son algunos de los mini-órganos que ya se han generado para probar tratamientos o entender cómo se desarrolla una enfermedad.
Esta imagen, tomada por un microscopio confocal, muestra un mini-intestino de ratón generado por científicas y científicos del instituto que permiten estudiar el órgano sin afectar al animal. En particular, en el instituto se desarrollan mini-intestinos para conocer qué ocurre en este tejido cuando es infectado por diversos microorganismos como los parásitos que causan Toxoplasmosis (Toxoplasma gondii) o la enfermedad de Chagas (Trypanosoma cruzi), o ciertas bacterias como Salmonella que generan enfermedad en humanos y animales de producción. También se utilizan para estudiar cómo responde el intestino a diferentes componentes de la microbiota intestinal.
En la imagen, los puntos azulados del organoide central son los núcleos de las células que forman el mini-intestino. Son estructuras huecas con muchos tipos celulares y pueden observarse en 3D en un microscopio confocal.