Solo ocho
Crédito de imagen: Geraldine Schlapp, integrante de la Unidad de Biotecnología en Animales de Experimentación del Institut Pasteur de Montevideo.
El desarrollo embrionario es un proceso
fascinante y complejo que comienza con la unión de un óvulo y un
espermatozoide, formando una única célula (cigoto) que, con el tiempo, se divide y se
especializa para formar un organismo completo.
En los mamíferos, después de la fecundación, la primera división del óvulo fecundado ocurre aproximadamente 24 horas después. Durante los dos días siguientes, esta única célula se divide varias veces y alcanza el estado de ocho células, lo que marca el final de la fase inicial, en la cual el óvulo es el principal responsable del desarrollo.
En esta imagen, tomada con un microscopio epifluorescencia, se ven, precisamente, varios embriones de ratón con ocho células.
Luego continúan las divisiones, constituyendo un embrión de 16 y por último de 32 células, también llamado mórula. Aquí el embrión comienza una nueva etapa donde se forma el blastocisto, que es el estado embrionario conformado por células con diferentes funciones, aquellas que darán lugar al propio embrión, y otras que formarán estructuras anexas como la placenta.
En los siguientes días, el embrión alcanza el estado de blastocisto, una estructura más avanzada que cuenta con entre 150 y 200 células y un tamaño de alrededor de 200 micrómetros (0,2 mm). En esta etapa, el blastocisto se prepara para adherirse al revestimiento uterino, lo que marca el comienzo de la gestación.
En el instituto trabajamos con embriones de ratón y de oveja para producir modelos editados genéticamente, que tienen aplicación en diversas áreas: biomedicina, agropecuaria y ambiental. Estos modelos animales son esenciales para la comprensión de las funciones de los genes y su regulación, con el fin último de encontrar terapias eficientes o soluciones agroalimentarias y/o ambientales.